sábado, 5 de noviembre de 2016

No le llegan los pies al suelo, ni el alma al cuerpo.

No le llegan los pies al suelo, ni el alma al cuerpo. Lo primero lo veo, lo segundo lo supongo. 
Es bajita (chaparra dirían aquí), está sentada en una silla de plástico roja, junto a la puerta, desde fuera sólo veo un lateral de su cara iluminado por la bombilla, su hombro y los pies descalzos colgando sin llegar a tocar el suelo.

Su nieta, que aún no tenía cinco meses de vida, murió anoche.

Ahora es de noche otra vez. La casa es la única con las luces encendidas, desde el corredor que une cocina y casa, cubierto con hojas de palma, se ven las linternas de algunas personas que vienen de camino. Huele a café.

Es una tragedia, una suma de desastres ha desencadenado la muerte de una niña de menos de cinco meses. 

En la cocina, un grupo de mujeres está preparando arroz y café. Cuando sucede una cosa así en las islas, los vecinos y familiares se encargan de casi todo. Unos han traido gallinas, otros arroz, otros café, otros pan, otros las verduras... están en esta casa las sillas de todas las casas de alrededor, cada una de un color y de una forma, pero eso ahora no tiene importancia.

Unos llegan, otros se van. La mayoría de mujeres está dentro de la casa, sentadas alrededor de la sala, pegadas a las paredes, charlando. Sobre la mesa con mantel blanco una cajita de mas o menos un metro, forrada de raso de color verde pálido y la niña dentro de la caja. Vestidito blanco, sonriente, ojitos abiertos, manitas sobre la barriga. La caja casi siempre cerrada. 

Los hombres se mantienen fuera de la casa, en el corredor o bajo un toldo de plástico especialmente colocado para la ocasión.

El café caliente sienta bien. Ya está oscuro, hace viento, se siente frío. La casa tiene unas preciosas vistas al lago, con la ensenada y la Lagartera abajo, la costa de San Miguelito a lo lejos.

Los remedios tradicionales, tan utilizados a lo largo de los años, han fallado esta vez. No supieron administrarlos bien, eso y que vivir en este paraíso tiene sus desventajas y una de ellas es que si hay una urgencia, no es tan fácil salir corriendo para llegar al hospital. No se pudo hacer nada.

Al alejarnos de la casa en el bote, camino de un descanso, vuelvo la vista y confirmo que es la única luz encendida, junto con las estrellas.

Mañana cuando amanezca la enterrarán (el momento más duro, según me dice alguien que perdió dos hijos hace ahora dieciséis años). Entonces, ya en el cementerio, su madre se acercará a la cajita verde, la abrirá y le dirá a su niña que la quiere, muy bajito, con una serenidad que me sorprende: su padre que no quitará el brazo de sobre los hombros de la madre, le besará la frente muy suave. 

Los espectadores observaremos mudos, hasta los niños y los pájaros respetarán el momento.

Ella, su madre, cerrará la caja con ciudado por última vez, habiendo puesto dentro antes una flor de buganvilla, sobre el pecho de su niña muerta. Y derramará unas lágrimas en silencio abrazando la caja cerrada.

Descansa en Paz Iliana.