sábado, 6 de octubre de 2018

Allá abajo... Marruecos

Ousleff, pintoresco e intrigante.
 Cuando por fin salimos a andar ya no es tan temprano, esperábamos que el sol calentara un poco, pero está perezoso hoy.

 La ruta comienza subiendo, subiendo, subiendo... a tramos es una pista de tierra, a tramos un pequeño sendero. A veces caminamos por zonas boscosas y otras por campos de cultivo, la mayoría de ellos en esta época del año están sembrados de marihuana, que dan un suave aroma a todo el recorrido.

 En una paradita para descansar, más allá de la mitad de la subida, me siento sobre una piedra y miro abajo, hacia la pequeña población de Ousleff. Hay una casa allá abajo, parece mas bien pequeña, de paredes blancas, tejado plano (como la mayoría por aquí), delante de la casa un campo de marihuana y la familia trabajando en él. Hay tres adultos, dos varones y una mujer, están cortando las plantas y haciendo grandes ramos, que luego pondrán a secar. Gallinas y gatos pasean alrededor, los niños juegan y corretean, gritan y tiran piedras a las gallinas que se acercan a picar los cogollos, uno de los niños se cae, le sale disparada una de las chanclas hacia atrás, parece el más pequeño de los cuatro, aunque desde aquí arriba no lo podría asegurar, ninguno de los otros tres se vuelve a ayudarlo, no parece que esté llorando... se levanta y sigue. No se oye mucho más ruido que los grititos nerviosos de los pequeños allá abajo, algún pájaro, y algún comentario de alguien de nuestro grupo. 

 La mañana está fresca, pero el esfuerzo de subir me tiene sudando.

 Observo el movimiento de esas personas ahí abajo, y no puedo dejar de preguntarme por sus inquietudes, qué sienten, como viven el día a día, como es su ciclo. El ritmo ya lo veo, es pausado y parece ausente de nuestras normas convencionales. ¿Como se encontraron los padres de esos niños, en este mundo tan aparentemente pequeño? Llegan a mi cabeza tópicos, venta de las niñas a los hombres, ninguna consideración a los sentimientos, acuerdos entre familias, cambio de mujeres por animales... Conozco tan poco de esta cultura, pero me llama tanto la atención; quiero conocer más, quiero mezclarme y convivir, sentir y  compartir. Volveré, porque hoy no es el momento, hoy estoy de ruta y me iré de este paisaje en unas pocas horas.

 Subimos hasta la cresta, para pasar de un valle a otro. La bajada es aún más escarpada que la subida, por un bosque de tetraclinis y lentiscos, un sendero estrecho y pedregoso.
Hacia arriba viene un muchacho, cargado con un paquete envuelto en plástico a la espalda, que le sobresale por encima de la cabeza y a ambos lados del cuerpo, al vernos lo pone en el lateral del sendero y se aleja un poco. Pensar en lo que le queda por subir, lo que nosotros llevamos bajado, y con esa carga... El gran paquete tiene dos asas hechas con un jersey de rayas negras, blancas y rosas, atado precariamente a las cuerdas que cierran el plástico; ¿como se sentirá eso sobre los hombros? ¿cuanto pesa todo eso sobre la espalda?.

 Antes de llegar al río hay una familia de macacos que nos acompaña un tramos, nos observa, los observamos, se alejan. Preciosa imagen.

 Al llegar al río es hora de hacer aquello que veníamos a hacer, todo esto ha sido sólo el comienzo, el preludio necesario para bajar el último tramo del cañón del Oued Farda... increíble río de aguas transparentes, azul, verde. turquesa, cascadas, pozas, helechos, piedras, paredes de roca a ambos lados y el Puente de Dios allá al fondo, nuestra meta. ¡Esto es disfrutar!

 Tengo que volver. Volveré.

Y esta es una buena canción para acompañar estos pasos... anímate a escucharla.