domingo, 8 de agosto de 2021

Un año ya, nada más y nada menos.

 El 8 de agosto de 2020 fue sábado. 

Hace un año ya, aunque parezca imposible.

El 8 de agosto de 2020, estábamos ya "encerrados" tú y yo, para lo que se nos venía encima, pero recibimos el aviso de que Joselito no se encontraba bien; y nos vinimos. No vinimos juntos, tú venías primero y yo salí de allí algo después, lo siento porque la playa contigo siempre era maravillosa, y nos daba la oportunidad de sincerarnos y de hablar, de compartir un rato tranquilos, pero no recuerdo por qué, tú viniste antes, solo un rato antes. Y perdí la oportunidad de compartir la playa contigo una vez más.

Yo venía sola, pensando "tú haz tus planes, que ya la vida se encargará de cambiartelos" y eso que no tenía ni idea de lo que nos esperaba después.

Había que recoger a los niños de Rocío en la playa, y te pedí que me llevaras ¿te encontrabas ya mal entonces? No he dejado de preguntármelo, no lo parecía, pero sabías disimular muy bien, intento pensar y recordar aquel trayecto, aquella espera, pero soy incapaz de ver si tenías mala cara, si te quejaste en algún momento, si hiciste algún gesto que denotara lo que te iba a pasar, y no recuerdo nada que me llamase la atención. Estabas centrado en ir a ver a José al hospital, esa era tu meta.

Como siempre, estabas para todos, para mí al llevarme a recoger a los niños para que no tuviese que aparcar un sábado cerca de la playa, para los niños facilitándoles todo, para José deseando ir a verlo y pensando en lo que podía hacerle falta y lo que podía gustarle en sus circunstancias, para Ash con cariño y con cuidados, para mamá comprando lo necesario para la comida, ayudando a cocinar. Para todos siempre, en silencio y con absoluta generosidad. 

Después de comer me quedé pendiente de los niños y no me di cuenta de lo que estabas haciendo, pensé que estarías echándote la siesta, que es donde te dejé cuando fui a hacer magdalenas con los peques. No lo vi venir, no te vi cuando subiste a ducharte, ni cuando bajaste, sólo coincidí contigo en la cocina, sudabas a mares, venías buscando agua fresca, te reprendí por hacer demasiado esfuerzo y me dijiste que no podías dejarle el trabajo a José, ahora que no se encontraba bien. No supe ver la gravedad entonces tampoco, me avisó Ash, me dijo ve al salón con tu padre, no se encuentra bien... y ella se quedó con las magdalenas.

A partir de ahí todo fue demasiado rápido, se amontonan los recuerdos, el intento de llevarte al coche, el cesped de casa (ahora ya no hay cesped allí), la ambulancia, Quinto por medio, conducir hasta el hospital, Rocío esperandote allí, Joselito también allí, observación, la resonancia, la cara de Rocío al salir de aquella sala pequeña frente a la que yo estaba sentada, lo que tardó el cirujano, joven, demasiado joven; la espera en aquel espacio frío y carente de personalidad, la visita de la médico de UCI diciendo que ya tenía tu cama preparada para cuando salieras de la operación; la explicación detallada del cirujano y las pelotas de tenis rojas en mi imaginación, la espera de nuevo, la entrada de tu camilla (con la mascarilla colgada del gancho del suero) por aquel pasillo y el cerrar de las puertas. Estuviste consciente todo el tiempo, y pidiendonos que nos fuesemos todo el tiempo, a pesar de los calmantes que casi no conseguían bajarte el dolor. 

Lo recuerdo todo, a mi manera, pero lo recuerdo. Aún me duele que sufrieras tanto, para el desenlace seguro.

Recuerdo saber que la operación no había salido bien antes de que nos lo dijeran, recuerdo que aún así, y sabiendo que era lo que tú habrías deseado, Rocío y yo fuimos hasta la puerta de quirófanos, en mitad de aquel pasillo desierto, pensando que estarías vivo; después de tantas veces en el límite, pensamos que eras inmortal.

Y las llamadas y mensajes, eran las tres de la madrugada... tenía una bolsa de plástico con tu ropa y tus zapatos; tu paquete de tabaco, tu reloj, tu teléfono móvil y quinientos euros en efectivo. Me habría fumado un cigarro en tu honor en aquel momento, lo pensé, pero no me habría servido de nada y a ti tampoco.

Recuerdo tu cuerpo cubierto, el vértigo, el miedo. Tu cara morena y serena, ese pelo inconfundible, aún algo revuelto, suave, ese pelo del que habías preguntado unas horas antes si se te veía amarillento.

El abrazo de mi hermana y la tristeza, la desesperación, la necesidad de ser efectiva y resolver. La voz de mis hermanos al otro lado de las llamadas. 

Ha sido un año largo. 

Como siempre, se mezcla la sensación de que parece que fue ayer, con la cantidad de cosas que han ocurrido en este año, ha sido un año muy largo y muy dificil, y lo que se atisba próximamente no parece mucho mejor; pero estoy viva y quiero estarlo cada día, quiero disfrutar aunque algunos días casi me obligo. 

Se me amontonan las tormentas encima, aunque siempre he encontrado asideros en los que apoyarme, auparme y respirar. 

Confío.

No imaginas la de veces que pienso "¿qué haría mi padre en esta situación? ¿como la resolvería?" y si me paro realmente a pensarlo, al menos decido con calma, que es muy importante... si no me paro a pensarlo, sino que, a pesar de haberme hecho la pregunta, actúo sin pensar me equivoco y tristemente van unas pocas de cagadas... creo que, después de echarme la bronca, te habrías reído de mí. Al menos eso es lo que me gusta pensar.

En los próximos días necesitaré tenerte muy cerca, sentir tu aliento y tu apoyo; serán días decisivos, siempre es un periodo crítico el mes de agosto, espero que esta vez también salga todo bien.