jueves, 29 de agosto de 2019

Paseos y andanzas por el país vecino.


Hace mucho calor cuando llegamos, el día debió ser agobiante porque ahora, ya atardeciendo, el calor aplasta. 

Pasear por calles empedradas y empinadas, estrechas, sinuosas... un pequeño pueblo cualquiera en el interior de Portugal, muralla, castillo, baptisterio... Una Terra Utópica en la que cenar, olor a antiguo. Dormir con el arrullo del río.
 
 

Y amanecer con ganas de surcar sus aguas, un poco más río abajo; dejarse llevar sin perder el rumbo; viento en contra, corriente en contra y resistir, avanzar, remar.


Llegar y no haber llegado, baño de sol. Tiempo de espera.

Amar la vida, cada momento, pensar en nada...



Ventanas a otros mundos, a otras realidades.

Preguntarme siempre por lo que hay detrás, por lo que estuvo delante y ya no está.

Imaginar las caras, los sonidos que fueron rutinarios, cercanos, comunes en otros tiempos.

¿Quien? ¿Por qué?



Costa Vicentina es sinónimo de pesca, de charla a medias palabras con pescadores de manos gruesas, de piel curtida y hablar pausado. Costa Vicentina de vida dura y dfícil, en brusco cambio.
Me preguntas que hasta cuando creo que resistirá este modo de vida y no sé qué contestar, ¿una generación más, dos? Supongo que el turismo se llevará por delante esta forma de pesca, de subsistencia. Pero los turistas querremos seguir comiendo pescado, almejas, percebes... ¿de donde vendrán entonces? ¿qué quedará de auténtico?


La vida está en los detalles, pequeños peces de madera, manteles de flores azules, textos sobre tablas de colores.



Suma de objetos sobre una caja o tras la ventana. Carreras de niños, polvo en las sandalias.


Y un hombre que mira al mar, donde las olas rompen sobre las rocas, salpicando de blanco el azul del cielo; ¿estará pensando cuando podrán volver a salir a pescar? Yo imagino la pequeña embarcación mecida por las olas, allá abajo del acantilado, esperando también la hora de volver a salir.



Más ríos nos esperan y otras playas, más kilómetros por recorrer. Unos vinhos, unos peixes...

Ojos llenos de azul y verde, de marrones y grises; de acantilados, olas y vientos.

Y siempre, siempre, cosas por descubrir, caminos por recorrer y vinos por compartir.