jueves, 27 de enero de 2022


Te echo de menos cada día, cada uno de los días, desde hace casi un año y medio.

Echo de menos el café por la mañana, la primera llamada del día y tu olor. Me duele en lo más hondo lo huérfana que me has dejado, en todos los sentidos posibles.

Presumo de ser segura, fuerte y valiente; pero me falta tu escudo, ese escudo invisible que llegaba mudo a cada uno de los resquicios de mis emociones. Me falta tu acompañamiento en la sombra, tu hombro para apoyarme y todos aquellos detalles siempre presentes, nunca alardeados, pero siempre tan plenos, tan meditados, tan conscientes. ¿Como hacías para aparentar que no te costaba trabajo? ¿Como te salían cosas tan complicadas y artificiosas con esa increíble naturalidad?

El tiempo pasa, inevitable, y supongo que la herida cierra, pero esta cicatriz que me queda en el alma pica a veces cuando llueve, o con el cambio de viento, o ¿será con el cambio de estación?... A saber, Yo sólo siento el picor y el escozor a veces, profundo, imposible de aliviar con mis manos. Pero pasa, cuando cambia el viento, la estación o mis pensamientos, vete tú a saber.

Estos días en los que me sobra el tiempo, la soledad y el encierro, te echo de menos mucho más que cada uno de los días anteriores, pero a la vez te siento más cerca. He deajdo de escribirte por un tiempo, de contarte mis pequeñas cosas...la herida cierra.