miércoles, 30 de diciembre de 2015

Él ya está aquí, pero no puede entrar.

Hoy, ya de vuelta en casa, voy a usar este blog para quejarme.

Bueno, mi intención siempre fue no abandonar el blog de momento, aunque ya no ande de isla en isla; ahora con tiempo, energía eléctrica constante e internet continuamente, quiero revisar fotos y contar algunas de las historias que se me quedaron en el tintero estando allá.

Pero hoy no voy a hablar de allá, hoy quiero hablar de acá, de lo injusto de este "primer mundo", de lo discriminatorio que es ser de acá o de allá.

Ella tiene treinta y tantos, y su vida está aquí, en concreto en Moguer. Pero yo me la encontré allí, ella fue una de las personas que me recibió en el muelle de Mancarrón cuando llegué este año. Llevaba en Solentiname más de un año, se había enamorado allí, y acababa de enterarse de que estaba embarazada.

Él tiene veintipocos, y su vida está allá, en concreto en Mancarrón. Es el padre de la criatura que ella espera, es miembro de una numerosísima familia, acogedora y encantadora como pocas.

Su historia es una historia de altibajos porque, aunque el amor no tiene edad ni nacionalidad, las costumbres, los intereses, las inquietudes y los miedos son distintos a los veinte y a los treinta, y son diferentes aquí y allá. A pesar de las dificultades ellos se quieren, y quieren estar juntos.

Ella volvió a casa a finales de octubre, con una barriguita prominente y la ilusión de reencontrarse con él aquí, cuando se acercase un poco más el momento del parto. Él se quedó allá con la tristeza de la despedida, pero esa misma ilusión.

Él llegó ayer a Barajas, después de más de dos días de viaje, después de despedirse de la familia y los amigos, después de dejar atrás su mundo conocido, para encontrarse con todo lo desconocido, excepto ella.

Ella lo esperaba en el aeropuerto, y esperó más de dos horas, antes de preguntar a la policía por él, él ya había llegado y estaba retenido.

A esta hora hace más de veinticuatro horas que él llegó a España, aunque está "en tierra de nadie", a esta hora ella lleva un día completo haciendo todo lo humanamente posible por que él se quede en España.

Ella ha ido a la policía, ha puesto denuncia, ha ido al juzgado de guardia, ha vuelto al aeropuerto, probablemente no ha dormido, ha salido en televisión y hablado con otros medios de comunicación.... El día 25 lo pasó en urgencias del hospital, le recomendaron tranquilidad y reposo, como si eso fuera posible.

Él ha estado todo ese tiempo "retenido", que no detenido, aunque la diferencia es mínima. No lo dejan salir, no lo dejan verla, no lo dejan usar su móvil... Encerrado e incomunicado. Y no ha hecho nada malo.

Cumple con todos los requisitos, que no son pocos ni fáciles, que le dijereon que eran imprescindibles en el consulado. Había un requisito más, que no era obligatorio, pero que al no cumplirlo no puede entrar a España, un requisito que cumple, pero que no puede acreditarse aposteriori.

Más allá de todo lo que he expuesto, más allá de lo injusto de la situación, más allá del embarazo avanzado y la recomendación de reposo, más allá de la mala información dada por el consulado, más allá de todo eso, mi queja es otra. Ella ha estado en Nicaragua dos veces, la última más de año y medio, yo he estado en Nicaragua cinco veces, la última casi cinco meses, y no hemos tenido que cumplir ningún requisito, nada de carta de invitación, nada de acreditar más de sesenta euros por día de estancia, nada de billete de vuelta, nada de nada, sólo el pasaporte en regla, y un máximo de noventa días consecutivos dentro del país. ¿Puedo preguntar por qué para él es tan difícil entrar aquí, y para ella tan fácil entrar allá?. ¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué?.



miércoles, 23 de diciembre de 2015

OMETEPE, lugar de dos cerros.

De isla en isla una vez mas, esta vez la isla de Ometepe, en este mismo mar dulce.


Ometepe es la mayor isla del mundo dentro de un lago, son doscientos setenta y cuatro kilómetros cuadrados.

Punta de Jesus María
En la lengua Nahualt Ome significa dos y Tepetl significa cerro, es decir, Ometepe significaría lugar de dos cerros, nombre que le viene al pelo, ya que la isla esta formada por dos volcanes y un istmo que los une.

Debió ser un lugar importante en época precolombina, a juzgar por la cantidad de restos arqueológicos existentes. Las faldas del volcán Maderas están repletas de petroglifos y hay vasijas, metates y urnas funerarias en todos los alojamientos, en muchos restaurantes y, me imagino, en la mayoría de los hogares de Ometepe.







Triste que un lugar así, mágico, verde, natural y precioso, se convierta en un amante impúdico e insaciable del dólar americano. Todo se ha vuelto comprable y vendible, todo tiene un precio, normalmente bastante alto y, en general desproporcionado.

¿Culpables los turistas o los nativos? Yo no lo sé, pero es decepcionante.

Mi paraíso me parece mas paradisiaco ahora, si eso es posible.







martes, 15 de diciembre de 2015

Se pasa el tiempo tan rápido.

Parece que fue ayer cuando llegué a este muelle, con mi mochila al hombro; me esperaba en el muelle gente conocida, a la que tenía muchas ganas de ver, y gente que aún no conocía pero que iba a a acompañarme parte de mi tiempo aquí.

Los días se van sumando y ya me toca volver.


Como siempre, tengo el corazón dividido, entre las ganas de volver a Casa y las de quedarme en esta que también es un poco mi casa. Entre lo que anhelo y lo que sé que me hará falta de aquí.



Como siempre, llevo el equipaje más vacío y la mochila vital más llena; cargada de sentimientos, sensaciones, olores y colores.



Como siempre, me acompaña la gente de aquí y de allá. Las personas, las miradas, las sonrisas, únicas e insustituibles, eso es lo que me llevo y, a la vez, lo que me falta y me faltará.


Pero tengo que tener muy claro que soy una privilegiada, que vivir esta experiencia en un placer, y que un corazón dividido es sinónimo de vivir intensamente cada momento.


Se puede estar feliz y triste a la vez. Y eso es lo que me pasa a mí, ahora que cambio de rumbo de nuevo.





viernes, 20 de noviembre de 2015

Días de futbol

El fútbol, ese deporte que atrae, emboba y reúne a tanta gente en el mundo.

Aquí, en Solentiname, el fútbol es la actividad reina de la semana. Viene gente de todas las otras islas, se juega en Mancarrón siempre, y los demás equipos se desplazan hasta aquí. 


Hay una liga masculina, en la que participan cuatro equipos Mancarrón, Mancarroncito, La Venada y El Colectivo. También hay dos equipos femeninos, Mancarrón y Santa Rosa-La Venada. Así que cada domingo hay tres partidos, uno masculino para empezar, el femenino en medio y otro masculino para terminar. Normalmente se empieza a jugar sobre las once de la mañana, pero depende de cuando lleguen los equipos de fuera, realmente no hay una hora exacta de comienzo, y los partidos dilatan casi todo el día, entre unas cosas y otras.



En "el cuadro" se pueden comprar frescos naturales, gaseosas, queso, pan, enchiladas, tajadas, pollo frito... Así que se come y se bebe, mientras los partidos se desarrollan. Es además lugar de encuentro y reunión, es momento e ver a la gente de otras islas con las que tienes alguna cuestión pendiente. 

A estas alturas del año se está terminando la liga, los equipos clasificados para jugar la final masculina son Mancarrón y La Venada, y se lo juegan al mejor de tres partidos. El domingo pasado se disputó el primero de los tres, y ganó La Venada por tres goles a dos. 




Mancarrón lleva siendo campeón siete u ocho años consecutivos, por lo que las apuestas estaban muy a favor de ellos. Pero el fútbol es así, ¿no? Cualquiera de los equipos que juega puede ganar.Veremos qué pasa este domingo, si La Venada gana serán los campeones 2015, si gana Mancarrón habrá que jugársela a un partido más, ya lo veremos.





Aquí en las islas, no hay muchas alternativas lúdicas, por lo que los domingos son días esperados por todos, incluso por mí, y eso que no me gusta el fútbol.... Este domingo además hay especial expectación, por eso de ser el segundo de la final, y ya estamos pensando en el resultado que vamos a poner en la porra, a ver si acertamos.



lunes, 16 de noviembre de 2015

San Carlos

Una vez cada diez o quince días, salgo de estas islas rumbo a San Carlos, la ciudad de referencia aquí, y donde se pueden hacer compras, arreglos y demás.

No me gusta nada ir a San Carlos, nunca me ha gustado ir a la ciudad, y aquí no iba a ser diferente; pero no tengo más remedio, es en San Carlos donde compramos el material de oficina, el material de construcción, la fruta y la verdura, la comida en general, y cualquier cosa que podamos necesitar.

Los martes y viernes hay transporte colectivo, sale de la isla a las cinco de la mañana y tarda dos horas y media en llegar a San Carlos, y eso que son poco más de veinte kilómetros de lago. Todos los días hay transporte turístico a las nueve de la mañana, que tarda poco más de media hora en hacer el mismo recorrido, pero cuesta tres veces más.
A mí personalmente el transporte colectivo me encanta, se llena de gente que va subiendo en distintos puntos de las diferentes islas, cada quien lleva lo que quiere vender en la ciudad, estos días toca venta de plátanos, aguacates (los últimos ya), arroz y maiz, también hay quien lleva pollos, huevos, calalas, limones... A veces me pregunto como es posible que flote el barco, de cargado que va. Pero nunca se plantea la posibilidad de dejar a alguien atrás con su carga, todos saben que es imprescindible el viaje.


Se llega a San Carlos a las siete y media, o poco más, cuando ya están abiertos todos los comercios, los bares y restaurantes, los bancos... Y aquí empieza la actividad frenética, porque a la una se va el bote colectivo, y hay que hacerlo todo antes de esa hora.




 Las calles se van llenando de gente según avanza la mañana, sobretodo los martes, que es el día en que llegan los botes de Papaturro, Sábalos y Solentiname. El muelle es un continuo trajín de gente cargada, de cargadores, de vendedores de helados, de comida, de frescos y de fruta. algún día en que tengo menos tareas, me quedo en el muelle un rato, sólo por el placer de observar. Cuando más aprieta el calor, siempre hay chavalos bañándose en el muelle, entre los botes y bajo las tablas.

Una de mis visitas obligadas es siempre el mercado, primero porque no es fácil conseguir fruta y verdura en las islas, por lo que una se va cargada de San Carlos, y después porque es otro de mis ambientes favoritos en cualquier ciudad. El intercambio de productos, los que compran y los que venden, es algo que disfruto mucho, y aquí, donde no conozco ni la mitad de las frutas y verduras expuestas, mucho más. Ya tengo mis puestos de confianza, donde sé que no me engañan con los precios, porque con esta cara de guiri.... Disfruto comprnado y charlando, preguntando por aquello que no conozco y dando recetas de las verduras comunes en España, es divertido.




El regreso vuelvo a hecerlo en el bote colectivo, otras dos horas y media o tres, hasta llegar a mi isla, la última parada del bote.
Antes el bote va parando en cada isla, en cada muelle, en cada puerto. Dejando gente, verduras, aceite, azúcar, gaseosas, productos de limpieza, materiales de construcción, bidones de agua potable y de gasolina, y un sin fin de cosas. 

Llegar a casa, guardar la compra, buscar quien acarree aquello con lo que yo no puedo cargar, y ya casi es de noche, hora de buscar algo que cenar y a descansar, los días en San Carlos siempre son largos y cansados, y las horas de bote te dejan el trasero molido, así que es un merecido descanso.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Sábado de mañanita

Es temprano, pero ya hace calor, la época de lluvias ha pasado y el sol domina cada día en el cielo.

Estoy lijando unos pajaritos de balso, mientras los abuelos están tallando, sentados sobre troncos de madera bajo una enramada cubierta de hojas de palma. El tiempo pasa lento, calmado, conversamos sobre lalgo vida y lo vivido.

La artesanía es uno de los principales ingresos para muchas familias de las islas, el balso es una madera blanda, poco pesada y relativamente fácil de trabajar; primero hay que ir a buscar un árbol al monte, cortarlo y acarrearlo hasta casa, después hay que trocearlo, tallar la pieza y dejarla que seque al sol, lijarla, darle base, y pintarla, con eso queda la pieza lista para la venta. Los pajaritos que están haciendo ahora viajarán en unos días a Costa Rica, miden unas 4 pulgadas cada uno y los van a pagar a un dólar, mi pensamiento mientras lijo es ¿es ese un precio justo? ¿habría alguien dispuesto a pagar por cada pajarito lo que realmente vale?.

A unos metros, enfrente de donde estoy sentada, está la pared de tablas verdes de la cocina, y un banco bajito y largo, de madera también. Dos de los nietos están sentados en ese banco. Ella con chinelas rosa sobre los pies morenos, la cola desmadejada después de la noche, él con el pantalón de pijama rojo y azul, tiene unos ojos enormes y más claros que el resto de la familia.
Comen coco, la abuela les abrió a machete uno a cada uno, primero solo un agujerito para que se bebieran el agua, después abiertos a la mitad para comer la carne.
Los niños han vaciado medio coco, y se han repartido la carne, han rellenado el hueco con azúcar y mojan cada pedazo antes de llevárselo a la boca. Ella corre hacia mí, coco azucarado en mano gritando "Miloja, Miloja, pruébalo así, verás que rico".

Y sí, está realmente rico, no lo puedo negar. El abuelo mientras tanto, ha dejado a un lado el cuchillo de tallar y ha ido en busca de tres cocos más, los abre, uno para mí, uno para él, otro para su esposa. Descansamos bebiendo agua de coco, y comiendo la carne después. Un tentempié estupendo para estas horas de la mañana de un sábado cualquiera.


jueves, 29 de octubre de 2015

Felicidad, que bonito nombre tienes...

No, no echo de menos nada.

A veces pienso en alguna de mis comidas favoritas de allá, no lo puedo negar. A veces me gustaría tomar un café con amigos, y charlar, aunque sea del tiempo. A veces quisiera estar con mis hermanos y mis padres, en esas tardes de otoño, primeros días de chimenea y cartas. A veces me hace falta una alita bajo la que cobijarme, y no la tengo aquí.

Pero nada de eso es imprescindible, y todo lo tendré en un tiempo, así que no, no lo echo de menos, sólo lo pienso a ratos.

Aquí se vive muy bien, se come muy bien, y no me falta cariño, ni compañía. 

Pero hoy mi cabeza estará más allá que aquí, aunque mi cuerpo no pueda seguirla. Hoy echaré de menos aquella tierra y aquel paisaje. Hoy soy más consciente que nunca de que el niño de mis ojos y de mi alma, está creciendo sin mí.

 
Hace justo un año que estábamos esperándolo con impaciencia, hace justo un año que me retorcía las manos a cada rato, esperando una noticia, una llamada por megafonía... Ya hace un año, quien lo diría. 

Naciste tarde, Mico, todo el día nos tuviste esperando, pero claro, para ti era pronto, demasiado pronto. No tenías peso suficiente, nadie sabía si podrías vivir fuera sin ayuda y de todos modos te empujaron, te sacaron y te dejaste ver. Era mejor así, era la única forma de que no sufrieras. 

Verte por primera vez, sabiendo que tu madre estaba bien, fue maravilloso. Esos bracitos delgados y esas piernitas estiradas, parecías largo. No parabas de moverte, con los ojitos hinchados, esa cabeza pequeñita, y esa piel enrojecida. Una de las cosas más bonitas que he visto nunca, a pesar de el metacrilato que se interponía entre tú y yo.

Y sentirte un poco mío.

Eras tan pequeño, tan bonito...

Tenerte lejos hoy va a ser difícil, pero te compensaré a la vuelta, te lo prometo. Mientras, desearte tanta felicidad como seas capaz de soportar, todo el amor del mundo y una vida larga y plena. 

FELIZ CUMPLEAÑOS MICO. TE QUIERO.

miércoles, 28 de octubre de 2015

La vida sigue para todos los demás.

Era una noticia esperada, pero no por ello este tipo de noticias te pillan preparado.


Llevaba meses enferma, el último mes y medio prácticamente no se había levantado de la cama, hacía días que no comía y se había ido apagando de a poquito.

Ayer su cuerpo ya no pudo más, y dejó libre a su espíritu. Ayer, al encenderse la luna llena se apagó su luz.

El ambiente en el bote de camino a la vela era el típico de estos momentos, esa mezcla entre seriedad, solemnidad y risas nerviosas. Veinte personas, de diferentes edades, unas sentadas otras de pie, la mayor parte del tiempo en silencio. Era ya noche cuando salimos del muelle, no llega a media hora el trayecto desde aquí hasta allá, la luna alta ya, y la lluvia amenazando con alcanzarnos.

Saltar de bote en bote para llegar a tierra, en plena noche, subir por el camino de barro y llegar a una casa de madera iluminada por dos bombillas, gracias a una batería que alguien ha traído. Cada quien trajo algo, unos café, otros sillas de plástico, otros arroz, otros verduras, hay gallinas para matar y hacer sopa, para que la noche sea menos larga, sólo algunos se quedarán toda la noche, la mayoría de nosotros se habrá vuelto a casa dentro de un rato.

Comienza a llover, nos agrupamos y juntamos bajo los techos de zinc, pegados a las paredes de la casa, y en el pequeño porche, llueve duro y refresca. Traen más café y algunas galletas, sienta bien, entra caliente hasta el estomago, dulce y humeante, todos toman café, también los niños.

Ya hay algunas personas dormitando, otras hablando en pequeños grupos, mujeres en la cocina, de la que no para de salir el humo de la lumbre. Café de nuevo y lluvia...

Es hora de volver a casa, pocos se quedan ya. Mañana de mañanita estarán de vuelta algunos, otros vendremos más tarde; a las tres se habrá enterrado y la vida seguirá para todos los demás. No puede ser de otra forma.


Algunos familiares tras toda la noche de vela.

Camino del lugar de entierro.






martes, 27 de octubre de 2015

Yo no sé leer

Yo no sé leer.

No sé leer, en serio.

Me dice mientras me mira fijamente con esos ojos tan negros y una media sonrisa en los labios. Está sentado a mi lado, suficientemente cerca como para oir su respiración, pero no tanto como para rozarme.

Tiene más de treinta años, un hijo con un par de años menos de los que él mismo tenía cuando su hijo vino al mundo. Unos ojos negros, de esos en los que no se distinguen iris y pupila, porque son todo uno. Manos grandes y espalda ancha.

Tiene miedos irracionales y seguridades absurdas.

Y no sabe leer, y escribir apenas su nombre.

Sabe de la vida, del dolor y de supervivencia. De afectos y de lealtades. No sabe demostrarlo, no sabe manejarlos, no sabe leer sobre el papel, ni en las caras que lo miran. No sabe, no puede, no quiere...

No sabe leer, pero quiere aprender, y eso es lo más importante.



domingo, 25 de octubre de 2015

Carnaval acuático Río San Juan

Salir de las islas para ir al un evento de este tipo es todo un shock, gente, ruidos, música, colores... 
La tranquilidad de este paraíso se diluye en unos instantes, desde el mismo bote se oye la música,  el malecón está lleno de toldos de colores, el olor de la carne a la brasa, del pollo frito y de las patatas lo envuelve todo.
Acostumbrados a estar despreocupados y relajados, de repente todo se hace extraño y agobiante, algún percance que resolver.

Lo mejor de todo, estamos de vuelta en las islas.