Una vez cada diez o quince días, salgo de estas islas rumbo a San Carlos, la ciudad de referencia aquí, y donde se pueden hacer compras, arreglos y demás.
No me gusta nada ir a San Carlos, nunca me ha gustado ir a la ciudad, y aquí no iba a ser diferente; pero no tengo más remedio, es en San Carlos donde compramos el material de oficina, el material de construcción, la fruta y la verdura, la comida en general, y cualquier cosa que podamos necesitar.
Los martes y viernes hay transporte colectivo, sale de la isla a las cinco de la mañana y tarda dos horas y media en llegar a San Carlos, y eso que son poco más de veinte kilómetros de lago. Todos los días hay transporte turístico a las nueve de la mañana, que tarda poco más de media hora en hacer el mismo recorrido, pero cuesta tres veces más.
A mí personalmente el transporte colectivo me encanta, se llena de gente que va subiendo en distintos puntos de las diferentes islas, cada quien lleva lo que quiere vender en la ciudad, estos días toca venta de plátanos, aguacates (los últimos ya), arroz y maiz, también hay quien lleva pollos, huevos, calalas, limones... A veces me pregunto como es posible que flote el barco, de cargado que va. Pero nunca se plantea la posibilidad de dejar a alguien atrás con su carga, todos saben que es imprescindible el viaje.
Se llega a San Carlos a las siete y media, o poco más, cuando ya están abiertos todos los comercios, los bares y restaurantes, los bancos... Y aquí empieza la actividad frenética, porque a la una se va el bote colectivo, y hay que hacerlo todo antes de esa hora.
Las calles se van llenando de gente según avanza la mañana, sobretodo los martes, que es el día en que llegan los botes de Papaturro, Sábalos y Solentiname. El muelle es un continuo trajín de gente cargada, de cargadores, de vendedores de helados, de comida, de frescos y de fruta. algún día en que tengo menos tareas, me quedo en el muelle un rato, sólo por el placer de observar. Cuando más aprieta el calor, siempre hay chavalos bañándose en el muelle, entre los botes y bajo las tablas.
Una de mis visitas obligadas es siempre el mercado, primero porque no es fácil conseguir fruta y verdura en las islas, por lo que una se va cargada de San Carlos, y después porque es otro de mis ambientes favoritos en cualquier ciudad. El intercambio de productos, los que compran y los que venden, es algo que disfruto mucho, y aquí, donde no conozco ni la mitad de las frutas y verduras expuestas, mucho más. Ya tengo mis puestos de confianza, donde sé que no me engañan con los precios, porque con esta cara de guiri.... Disfruto comprnado y charlando, preguntando por aquello que no conozco y dando recetas de las verduras comunes en España, es divertido.
El regreso vuelvo a hecerlo en el bote colectivo, otras dos horas y media o tres, hasta llegar a mi isla, la última parada del bote.
Antes el bote va parando en cada isla, en cada muelle, en cada puerto. Dejando gente, verduras, aceite, azúcar, gaseosas, productos de limpieza, materiales de construcción, bidones de agua potable y de gasolina, y un sin fin de cosas.
Llegar a casa, guardar la compra, buscar quien acarree aquello con lo que yo no puedo cargar, y ya casi es de noche, hora de buscar algo que cenar y a descansar, los días en San Carlos siempre son largos y cansados, y las horas de bote te dejan el trasero molido, así que es un merecido descanso.