jueves, 17 de mayo de 2018

Ay Nicaragua, Nicaragüita









Muchos me preguntan en estos días por Nicaragua, muchos se interesan por lo que allí ocurre y que aquí a penas suena.

Por supuesto tengo una opinión, por supuesto intento mantenerme informada, esa es la magia de esta época en la que vivimos, poder consultar medios de comunicación de países remotos, de ideologías distintas, buscar noticias que interesen más allá de la caja tonta de nuestra casa. Por si alguien quiere informarse un poco: La prensa, Canal 10, NiuCNN y en nuestra prensa, si buscáis, hay noticias casi a diario.

No voy a dar aquí mi opinión, no voy a hacer ningún tipo de alegato, voy simplemente a hablar de lo pequeño, del día a día de alguna gente que conozco y amo. Gente de ambos bandos, que están sufriendo por igual, porque son del bando universal de los invisibles (da igual a quien voten, da igual de que lado de la barricada estén).


Los estudiantes universitarios, todos a los que conozco, están bien, es decir, no están muertos, ni heridos de bala. Pero no tienen clases, están perdiendo la oportunidad de seguir con su formación; en algunas universidades hace semanas que desaparecieron o se borraron los expedientes académicos, así que no tienen notas, ni se sabe (oficialmente) en que curso están. Pero están bien.
Los cortes (tranques) de carreteras impiden la circulación de personas y mercancías, así que en ciudades alejadas de la capital y los centros de distribución, como es el caso de San Carlos, empiezan a escasear los alimentos, los supermercados están vacíos (aunque no ha habido saqueos) y los precios de lo que queda están por las nubes y más allá. Ya están faltando medicinas también, algunas de ellas imprescindibles para la salud de enfermos crónicos, algunas urgentes.
En San Carlos tampoco queda gasolina, los trabajadores de la gasolinera no han cobrado su salario este mes, y se resiente el transporte. Pienso en las islas, más aisladas aún si no hay transporte.

Y si las mercancías no vienen, tampoco van. Los artesanos han dejado de vender, los pescadores han dejado de pescar porque el pesacado no tiene salida, los agricultores se están quedando con toda la cosecha... y todos ellos sin dinero. Y los alimentos cada vez más caros. 

Esas mujeres, madres de familia, que siempre tiran del carro ¿como lo estarán haciendo estos días para dar de comer a sus hijos? ¿como para conseguir jabón para lavar la ropa? ¿como harán si las cosas siguen así? ¿y si empeoran?.

Y en medio de todo, la vida sigue, cada día amanece. Porque la vida es tozuda y se empeña en salir adelante, nacen niños en este caos; porque los humanos no tenemos la capacidad de entrar en diapausa ¡quien fuera mariposa a veces!

Y yo me pregunto ¿es necesario todo esto? No lo sé, pero sí creo que no debería serlo, que un país democrático, donde la seguridad y la libertad debieran estar garantizadas, no necesita de estas formas de manifestación para avanzar.

La memoria, el horror de los recuerdos de una guerra no tan lejana... las madres que ya sufrieron para alimentar a sus hijos en la Revolución, no quieren que se repita. Y esto es diametralmente distinto a aquella vez, pero podría convertirse en algo parecido si el "Diálogo Nacional" sigue sirviendo para pavonearse y no para tratar de llegar a acuerdos, aunque sean de mínimos. 

Que pare la represión, que dejen de matar, eso es lo que pide el pueblo, eso es lo primero que necesita Nicaragua.

















 







Por cierto, de los muchos que me han preguntado por Nicaragua, sólo una persona me ha preguntado por mí, por lo que siento. Yo estoy dolida, perpleja, triste y a la vez orgullosa de una gente que resiste hasta parecer imposible, y que se alza y alza la voz cuando les "pisan el rabo"; estoy alerta y deseando ir a Nicargua en cuanto sea posible (hoy por hoy la embajada española desaconseja el viaje, pero eso no será así siempre) porque Nicargua es para mí refugio y no quisiera ver mi segunda casa destruida. 
Tan pronto como pueda, allí estaré.