Hoy, ya de vuelta en casa, voy a usar este blog para quejarme.
Bueno, mi intención siempre fue no abandonar el blog de momento, aunque ya no ande de isla en isla; ahora con tiempo, energía eléctrica constante e internet continuamente, quiero revisar fotos y contar algunas de las historias que se me quedaron en el tintero estando allá.
Pero hoy no voy a hablar de allá, hoy quiero hablar de acá, de lo injusto de este "primer mundo", de lo discriminatorio que es ser de acá o de allá.
Ella tiene treinta y tantos, y su vida está aquí, en concreto en Moguer. Pero yo me la encontré allí, ella fue una de las personas que me recibió en el muelle de Mancarrón cuando llegué este año. Llevaba en Solentiname más de un año, se había enamorado allí, y acababa de enterarse de que estaba embarazada.
Él tiene veintipocos, y su vida está allá, en concreto en Mancarrón. Es el padre de la criatura que ella espera, es miembro de una numerosísima familia, acogedora y encantadora como pocas.
Su historia es una historia de altibajos porque, aunque el amor no tiene edad ni nacionalidad, las costumbres, los intereses, las inquietudes y los miedos son distintos a los veinte y a los treinta, y son diferentes aquí y allá. A pesar de las dificultades ellos se quieren, y quieren estar juntos.
Ella volvió a casa a finales de octubre, con una barriguita prominente y la ilusión de reencontrarse con él aquí, cuando se acercase un poco más el momento del parto. Él se quedó allá con la tristeza de la despedida, pero esa misma ilusión.
Él llegó ayer a Barajas, después de más de dos días de viaje, después de despedirse de la familia y los amigos, después de dejar atrás su mundo conocido, para encontrarse con todo lo desconocido, excepto ella.
Ella lo esperaba en el aeropuerto, y esperó más de dos horas, antes de preguntar a la policía por él, él ya había llegado y estaba retenido.
A esta hora hace más de veinticuatro horas que él llegó a España, aunque está "en tierra de nadie", a esta hora ella lleva un día completo haciendo todo lo humanamente posible por que él se quede en España.
Ella ha ido a la policía, ha puesto denuncia, ha ido al juzgado de guardia, ha vuelto al aeropuerto, probablemente no ha dormido, ha salido en televisión y hablado con otros medios de comunicación.... El día 25 lo pasó en urgencias del hospital, le recomendaron tranquilidad y reposo, como si eso fuera posible.
Él ha estado todo ese tiempo "retenido", que no detenido, aunque la diferencia es mínima. No lo dejan salir, no lo dejan verla, no lo dejan usar su móvil... Encerrado e incomunicado. Y no ha hecho nada malo.
Cumple con todos los requisitos, que no son pocos ni fáciles, que le dijereon que eran imprescindibles en el consulado. Había un requisito más, que no era obligatorio, pero que al no cumplirlo no puede entrar a España, un requisito que cumple, pero que no puede acreditarse aposteriori.
Más allá de todo lo que he expuesto, más allá de lo injusto de la situación, más allá del embarazo avanzado y la recomendación de reposo, más allá de la mala información dada por el consulado, más allá de todo eso, mi queja es otra. Ella ha estado en Nicaragua dos veces, la última más de año y medio, yo he estado en Nicaragua cinco veces, la última casi cinco meses, y no hemos tenido que cumplir ningún requisito, nada de carta de invitación, nada de acreditar más de sesenta euros por día de estancia, nada de billete de vuelta, nada de nada, sólo el pasaporte en regla, y un máximo de noventa días consecutivos dentro del país. ¿Puedo preguntar por qué para él es tan difícil entrar aquí, y para ella tan fácil entrar allá?. ¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué?.