viernes, 25 de septiembre de 2015

Pequeños detalles

Son los pequeños detalles los que hacen realmente especiales los días. Maravillosos regalos hechos con el corazón, y recibidos con todo el cariño del mundo.


jueves, 24 de septiembre de 2015

Lavando ropa, que ya toca.

Hace tres días que no sale el sol, llueve casi continuamente, sólo cambia la intensidad. A veces llueve con tanta fuerza que el sonido sobre el zinc te impide oír nada más, a ratos la lluvia es tan suave como una caricia fresca, y apetece dejar que las gotas te mojen. El caso es que desde hace días llueve, y es bueno, le hace mucha falta al lago que está muy bajo, le hace falta al campo y es imprescindible para los cultivos. 

Pero claro, así no hay manera de lavar ropa, o mejor dicho, no hay manera de que se seque. 

Así que, cuando está mañana al amanecer vi que el horizonte estaba despejado, me fui a lavar, con la esperanza de que la lluvia nos diera una pequeña tregua. 

Para lavar ropa hay que bajar hasta “la playa”, donde están los lavaderos, en estas islas no hay agua corriente, tampoco electricidad. Preparo toda mi ropa sucia en un balde, agarro jabón, me pongo un pantalón corto y la camiseta de batalla, me calzo las botas de hule, y a caminar.


Ya he contado antes que los caminos para bajar a la playa son estrechos, sinuosos y enlodados,  el que baja de mi casa no es diferente, quizá sólo un poco más empinado que otros. Bajo en silencio, despacito para no caerme, ya que con tanta lluvia todo resbala de más, voy integrándome en el verde que lo domina todo. 

En este pedacito de playa hay un lavadero grande, con tres piedras, es un lugar muy tranquilo y bonito. El agua me queda bastante por encima de las rodillas cuando llego a la altura del lavadero, no está fría y tampoco caliente, en realidad es bastante agradable. Lavar la ropa se convierte en un rato de meditación y tranquilidad, es una tarea monótona que puede hacerse sin pensar en ello. Mojar la ropa, restregar jabón y frotar, así durante un rato, después enjuagar en el lago concienzudamente y exprimir. La ropa limpia se va amontonando a un lado, mientras mis pensamientos vuelan de isla en isla, repasando tareas pendientes para hoy, observando los zopilotes que me sobrevuelan, la garza que está pescando en la orilla y ese gran martín pescador verde, negro y blanco posado en las ramas bajas que no para de mirarme. Algunas tortugas asoman la cabeza alrededor de donde estoy lavando, curiosas pero huidizas y los cormoranes bucean y salen a la superficie a intervalos regulares, a veces con pescado en la boca, a veces sin nada.


Tan concentrada y a la vez distraída estoy, que no me doy cuenta de que llega otra mujer a lavar, doy un respingo cuando me da los buenos días y se ríe, nos reímos. Charlamos y me observa, hay españolas que no frotan la ropa, dice, y se extraña de lo bien que restriego yo… imagino que es más un cumplido que una realidad, sobretodo porque me enseña cómo lo hace ella, como lo hacen todas acá, desde muy niñas a muy mayores.

Ya casi he terminado la colada, mi pequeña montaña multicolor está llegando a su punto más alto, el olor del jabón lo inunda todo y pequeñas pompas nos rodean. Voy colocando la ropa dentro del balde, dándole antes una vuelta más a cada prenda, para asegurarme de llevar el mínimo de agua, para que la ropa seque cuanto antes. 
Me sumerjo en el agua antes de salir, para subir fresquita, me despido y comienzo el camino de vuelta, cuesta arriba y cargada de ropa mojada, menos mal que me mojé y menos mal que aún está nublado.

Durante el día descarga alguna que otra nube, pero poca cosa, tampoco sale el sol del todo, y la ropa se va secando con pereza, al caer la noche aún está húmeda, habrá que esperar a mañana, habrá que esperar que haga sol.

martes, 22 de septiembre de 2015

Noche de Magia y silencios.

La noche está fresca, estuvo lloviendo esta tarde. Hace rato que cenamos y ya en casa están todos acostados, pero solo son las ocho y yo no tengo sueño.
La tranquilidad y la temperatura invitan a relajarse.

Me tumbo en la hamaca del porche, la tela me envuelve suavemente, se adapta perfectamente a mi cuerpo, ¿o es al revés,  es mi cuerpo el que se adapta a la curvatura de la tela? No lo sé, pero es realmente cómodo, la sensación de ingravidez de las hamacas siempre me ha gustado. Me mezo suavecito, en los oídos el sonido del roce de la cuerda que me sujeta, rítmico, suave.

La única luz la de la luna, el cielo nublado tiene un resplandor extraño, casi irreal, blanco y pesado. Las ramas de los árboles se recortan negrísimas sobre mí, dibujan formas incomprensibles, nítidas, perfectamente visibles, pero absolutamente imposibles de entender. Las luciérnagas, con sus intermitencias, contribuyen a la confusión, a que no sea posible racionalizar lo que veo, convierten la noche en Magia, y es tan maravilloso...

El silencio, que no es tal, lo domina todo. No hay ruido de coches, ni de motores de ningún tipo, y no se oyen voces, eso podría llamarse silencio, si no fuese porque se oye la caricia continua del agua en la orilla, el sonido eléctrico de las chicharras o el habitual ruido de los eternos grillos, el batir de las alas de los pequeños murciélagos que me sobrevuelan, o el zumbido de mil zancudos que me rodean.

Es hora de revisar todo lo que ha ocurrido a lo largo del día, la caminada hasta la obra de la pila a llevar los clavos, el regreso por ese sendero que ya forma parte de mi camino, los correos intercambiados con aquella otra parte del mundo, la espera para la reunión,  los juegos con los más pequeños, el color del cielo al atardecer y la charla durante la cena.

Un día más en este lugar, paraíso para mí, un día menos. Hoy tuve la sensación de que se me escapan los días entre los dedos, que se me va el tiempo, que los meses se van volando.... quiero grabar en mi mente cada instante de estos días, cada sensación, cada contacto, cada luz y cada sombra, aunque ya sé que no puedo. Siempre hay algo que se escapa.

¿Se puede añorar algo que todavía está ocurriendo? ¿Se puede echar de menos un lugar del que aún no te has ido? Sí, se puede.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Fiestas patrias en San Carlos

El mes de septiembre en Nicaragua es el mes patrio, ya que el 15 de este mes se conmemora la independencia de Centroamérica; fue ese día de 1821 cuando se firmaron los acuerdos que independizaron esta región de la corona española. A diferencia de otras zonas, en esta región no fue necesaria la guerra, sino un proceso de negociación, que culminó con la firma de un acuerdo el 15 de septiembre de 1821.

También se conmemora estos días,  en concreto el día 14, la "batalla de San Jacinto", ocurrida en 1856, batalla en la que se consiaguió expulsar de Nicaragua al filibustero yanqui William Walker,  que pretendía la anexión de esta región a Norteamérica.

Estar aquí estos días significa celebrar, significa contagiarse de ritmo, música y alegría.
Las bandas, las marchas escolares, la música y el colorido lo llenan todo. El sonido es tan fuertemente que la sensación es que te retumba el pecho, y te habituas tanto a la música continua que, cuando por fin llegas a casa, lejos de la fiesta, y te acuestas a dormir, el sonido del grillo te parece que tiene ritmo.

Hemos estado en el quincuagésimo quinto torneo internacional de pesca de San Carlos, en la marcha de las escuelas, en los concursos de bailes de folclore tradicional, de fiestas, de bailes, en el mercado de artesanías y de comidas tradicionales y exóticas. Además me invitaron a una fiesta de los quince y a convivir de nuevo con mi primera familia Nica, por nada cambio la experiencia.

Os dejo un puñado de fotos de estos dos días, pero no reflejan todo lo vivido, ya sabéis que eso no es posible, son apenas son un retazo de realidad.

Puestos e artesanía de Solentiname

Más artesanía 
Comida típica, en los puestos callejeros.
Globos y otros artilugios para atraer al l@ser niñ@s.
Mucha gente, mucho ruido, aunque en la foto no se escucha.
Folclore y bailes tradicionales, este se llama "los hijos del maiz"
Llegada de grupos de danza y bandas al malecón.
Y el desfile de las escuelas.




Apuntando maneras desde chiquitos, movimientos imposibles.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Agüita clara, derecho humano.

El agua potable, algo tan imprescindible para la vida, algo tan inaccesible a veces. 

Las islas del archipiélago de Solentiname, en mitad de esta inmensidad de agua dulce que podría abastecer a toda la población de Nicaragua durante años, no tienen agua potable. El agua del lago tiene unos niveles de contaminación que suponen un riesgo importante para la salud, mucha agua pero inútil si no se le da tratamiento. Es el agua que hay disponible, es el agua que se bebe, no hay otra.

Por aquí se ha bebido del lago siempre, generación tras generación las gentes de Solentiname han bebido las aguas del Cocibolca, es una relación íntima, duradera y fiel. Lo que ocurre hoy es que la contaminación es mucho mayor que hace unos años e infinitamente más grave que hace décadas,  pero el agua no sabe mal, no huele mal y, en general, no se ve sucia. Es difícil entender que es peligrosa para la salud, sobretodo cuando tus mayores te dicen que ellos la bebieron siempre y mira que sanos están.

Pero aquí llueve, llueve mucho durante prácticamente la mitad de los meses del año, y ese agua lluvia cae limpia, y se puede aprovechar, solo hay que almacenarla en las condiciones adecuadas y habrá agua potable durante todo el año. Captar el agua que cae de los tejados y almacenarla en pilas de hormigón,  no es difícil y ni siquiera tan caro. En esas estamos, construyendo pilas para recoger agua lluvia.

Primero se construye la pila, y después se lava, y ya el mantenimiento es sencillo y la limpieza una vez al año, justo cuando empiece la época de lluvias.

Ayer limpiamos la pila de una escuelita, se acabó de construir hace unas semanas y ya le tocaba limpieza, tanto a la pila como al filtro, en el que hay piedrín y arena. En esta primera limpieza estaremos nosotros, pero a partir del año que viene ya no estaremos…. La comunidad participa en la limpieza, porque la pila es suya aunque la hayamos construido nosotros, y porque como digo, para la próxima estarán solos. 

Somos un gran grupo de gente, haciendo un buen trabajo de equipo, hay niños y niñas de seis o siete años, hombres, mujeres, jóvenes, y hay tarea para todos. Se empieza por el tejado de zinc, el canal y luego el filtro, lavar el piedrín y la arena para el filtro es lo más entretenido, una vez que eso está hecho solo falta lavar el hueco donde irá, y colocarlo dentro.












Lavar el interior de la pila es lo último que se hace; dentro hace calor, el ambiente es húmedo y sofocante, y en cuanto empiezas a moverte rompes a sudar. Baldes de agua, cloro y cepillos, y dos personas frota que te frota, techo, paredes y suelo hasta que el agua sale completamente limpia.

Poner la tapa del filtro, la de la pila y listo. Queda sellar con cemento ambas tapas, y tenemos una hermosa pila preparada para que llueva. 
Los niños y niñas de esta escuelita tomarán agua potable a partir de las próximas lluvias y esperemos que durante todo el año, o al menos ese es el objetivo de esta obra, ojalá se cumpla.

martes, 8 de septiembre de 2015

Sopita de cangrejos para la cena

Caminamos en fila, uno tras otro, las linternas encendidas alumbrando al suelo, los pies metidos ya en el agua. Cuando hemos bajado era ya noche cerrada, el camino hasta el lago es estrecho y sinuoso, lleno de lodo y resbaladizo. Los niños van jugando, intentando asustarnos y riéndose.
Allá vamos, unos con botas de hule, otros en chanclas, pantalones cortos y cargados con linternas y cubo.

Gracias a PabloSS por las fotos.
Yo no puedo dejar de pensar en ti, en las noches de exploración que pasamos juntos aquí, hace ya unos años. Miro en todas direcciones, busco en las ramas bajas aquella bejuquilla de cabeza triangular, y entre las grietas los geckos de labios plateados, que sorprendimos entonces. Hoy el objetivo es otro, hoy lo que nos interesa está en el agua, en la misma orilla. Pero tú estarías disfrutando igual, sé que te encanta buscar cangrejos. Hoy no dejo de pensar en aquellas noches de pesca en Trafalgar. 

El reflejo del haz de luz en el agua me impide ver bien lo que hay debajo, el agua tampoco está clara, pero algunos están ya sacando cangrejos como locos, y yo no veo nada…. Me quedo mirando como lo hacen, es increíble,  uno sujeta el cubo con una mano y con la otra va echando cangrejos que recoge de manera compulsiva del fondo, la otra sujeta la linterna que da luz a los dos en una mano, y con la otra también agarra cangrejos compulsivamente, como si todo lo que hubiese bajo estos veinte centímetros de agua fuesen cangrejos. Sigo sin saber cómo lo hacen. Yo no veo nada.
Nos cambiamos a otra playa, en busca de más cangrejos. El paseo de una playa a otra es divertido, resbalando en el lodo y riendo con los niños.


La misma película de nuevo, vemos poco, apenas algún cangrejo que se mueve por supuesto mucho más rápido de lo que nosotros llegamos a ellos, me siento torpe. Los niños agarran cangrejos cien veces mejor que yo, y se ríen de mí. Por fin tengo uno a mi alcance, lo piso, lo tengo sujeto debajo de mi pie, siento que se mueve bajo la suela de mi bota, me agacho y busco la manera de agarrarlo sin poner al alcance de sus pinzas mis dedos. Vuelvo a pensar en ti, en Trafalgar, en alguna nécora y en muchos centollos. Lo consigo, lo agarro y lo echo al cubo. ¡Conseguido! Vinimos a coger cangrejos, y cogí uno, no está tan mal.

Nuestros trofeos.
Sopita de cangrejos para la cena, no gracias a mis capturas claro, pero en total si da para una sopa.

jueves, 3 de septiembre de 2015

¿De verdad?

Estoy aquí, a miles de kilómetros de esa Europa moderna, fría y sin alma. Estoy aquí, con escaso acceso a la información,  en un entorno donde poco importa lo que pasa más allá de lo que se puede ver, porque aquí no llega nada de lo que sucede ahí fuera.

Estoy aquí, lejos de la polémica foto de un niño, poco más que un bebé, muerto en la orilla. Pero me llega la angustia y el dolor. Siento una tremenda frustración de no poder hacer nada. Hasta el nombre del niño se sabe, el de su hermano y sus padres, los tramites que habían hecho pidiendo ser acogidos, se sabe todo de ellos y ya no sirve para nada.

¿De verdad está ocurriendo? ¿De verdad siguen arriesgando la vida miles de personas, a las que no les queda más que arriesgar la vida, ya sea en su casa o de camino a no saben donde? ¿De verdad se puede ser así de egoísta?


Si alguien no lo entiende, es para nada explicárselo.  


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Caminos que no se olvidan

Hace seis años recorrí esta isla de parte a parte, no me quedó un camino por pisar, ni un cerro que subir, ni un petroglifo por ver, ya fuesen pequeños, grandes, insignificantes o importantes. Entonces estábamos haciendo una especie de inventario de recursos turísticos,  y los senderos y petroglifos eran parte de ese inventario.

Aquellos días siempre caminaba con algún guía local, me iban contando historias, anécdotas, nombres de lugares, plantas y animales. Caminábamos a veces rápido y otras veces despacito, sobrecogidos por el paisaje, o simplemente a golpe de machete, abriendo veredas que no habían sido pisadas en mucho tiempo. Nos despistamos mas de una vez, y aparecimos donde no estaba previsto varias horas mas tarde de lo esperado, suerte que aqui la gente es acogedora y al llegar a media tarde a una casa donde no nos esperaban, alguien nos dio de comer, (habiamos desayunado a las seis de la mañana, y la idea fue estar de vuelta sobre las doce, así que ni agua nos quedaba).Tengo que decir que lo disfruté muchísimo, fue un privilegio y un placer compartir tiempo y esfuerzos con aquel equipo de gente, que se ponían de acuerdo para acompañarme, unos días unos, otros días otras. De aquello quedó muy poco, más allá del compartir, del tener verdaderos amigos y amigas con quienes charlar un rato, que se alegran de verte llegar a su isla, a su casa.


Está vez me ha tocado caminar sola. Y también es un placer. 

El camino sube desde el pueblo por una plantación de mangos (¿se llama mangal? me pregunto), pasa por delante de una casa y continúa más o menos directo camino de la escuelita, es tarde, los chavalos ya se han ido a casa y el edificio azul y blanco parece un barco varado en mitad de un verde mar. Por delante una ensenada baja, encharcada hace seis años, seca y poblada de vacas hoy. 

A partir de aquí comienza la subida, la trepada que dirían por acá, hay bananos plantados aquí y allá, algún mango, y poco más adelante bosque. Antes de adentrarme en el bosque paso por el mirador, en la zona más alta, hay unas bonitas vistas al este, se distingue la punta de esta misma isla, la Venada, la Santa Rosa y algunos otros islotes. Es curioso como después de tanto tiempo he llegado hasta aquí sin dudar del camino. Me desvío sólo un momento, para llegar a ver el petroglifo que queda más cerca del sendero, tampoco he olvidado como llegar.

Vuelvo a mi camino y me adentro en el bosque, se agradece la sombra de estos árboles altos.

El sonido de una tormenta lejana anuncia que la lluvia no tardará en llegar, aún así no me doy cuenta de que las nubes han cubierto el sol hasta que salgo del bosque y camino por campos de arroz. Esto significa que mi destino está cerca, las casas de este otro lado están a punto de dejarse ver. 

Empieza a llover antes de que pueda ver la primera casa, viene tormenta y es irremediable, a dejarse empapar toca... Árboles vuelven a escoltarme ahora, en este último tramo del camino. Primera casa a la vista, y vista he sido por sus habitantes; me reciben con cariño, me dejan refugiarme allí hasta que la lluvia pasa, la charla es amena e interesante con don Juan, sus hijos me miran de reojo, sentados a unos metros en el suelo. El olor del humo de la cocina lo invade todo, el ruido de la lluvia sobre el tejado de zinc, el suelo de tierra por el que comienzan a correr pequeños riachuelos, una pequeña barra con los trastes básicos de cocina, las paredes de madera pintada de verde y azul, a unos metros el lago, plantas de plátanos y bananos a todo nuestro alrededor.


Llega el bote que estaba esperando,  pero llega al muelle de más adelante, donde habíamos quedado, me despido de la familia y continuo ruta, solo unos metros me separan de mi meta. 

Llegar, descargar, compartir un rato con la gente de esta comunidad, y volver por el camino ya realizado, pronto, para evitar que se me haga de noche a medio camino. 
Casi sin darme cuenta he pasado arroz, bananos, bosque, vacas, mirador y ya estoy en la escuelita, una trepada más,  la bajada al otro lado y estaré de vuelta en casa, en esta casa de hoy.

Me espera un baño en el lago y otro atardecer mágico.