martes, 15 de diciembre de 2015

Se pasa el tiempo tan rápido.

Parece que fue ayer cuando llegué a este muelle, con mi mochila al hombro; me esperaba en el muelle gente conocida, a la que tenía muchas ganas de ver, y gente que aún no conocía pero que iba a a acompañarme parte de mi tiempo aquí.

Los días se van sumando y ya me toca volver.


Como siempre, tengo el corazón dividido, entre las ganas de volver a Casa y las de quedarme en esta que también es un poco mi casa. Entre lo que anhelo y lo que sé que me hará falta de aquí.



Como siempre, llevo el equipaje más vacío y la mochila vital más llena; cargada de sentimientos, sensaciones, olores y colores.



Como siempre, me acompaña la gente de aquí y de allá. Las personas, las miradas, las sonrisas, únicas e insustituibles, eso es lo que me llevo y, a la vez, lo que me falta y me faltará.


Pero tengo que tener muy claro que soy una privilegiada, que vivir esta experiencia en un placer, y que un corazón dividido es sinónimo de vivir intensamente cada momento.


Se puede estar feliz y triste a la vez. Y eso es lo que me pasa a mí, ahora que cambio de rumbo de nuevo.





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