jueves, 5 de noviembre de 2015

Sábado de mañanita

Es temprano, pero ya hace calor, la época de lluvias ha pasado y el sol domina cada día en el cielo.

Estoy lijando unos pajaritos de balso, mientras los abuelos están tallando, sentados sobre troncos de madera bajo una enramada cubierta de hojas de palma. El tiempo pasa lento, calmado, conversamos sobre lalgo vida y lo vivido.

La artesanía es uno de los principales ingresos para muchas familias de las islas, el balso es una madera blanda, poco pesada y relativamente fácil de trabajar; primero hay que ir a buscar un árbol al monte, cortarlo y acarrearlo hasta casa, después hay que trocearlo, tallar la pieza y dejarla que seque al sol, lijarla, darle base, y pintarla, con eso queda la pieza lista para la venta. Los pajaritos que están haciendo ahora viajarán en unos días a Costa Rica, miden unas 4 pulgadas cada uno y los van a pagar a un dólar, mi pensamiento mientras lijo es ¿es ese un precio justo? ¿habría alguien dispuesto a pagar por cada pajarito lo que realmente vale?.

A unos metros, enfrente de donde estoy sentada, está la pared de tablas verdes de la cocina, y un banco bajito y largo, de madera también. Dos de los nietos están sentados en ese banco. Ella con chinelas rosa sobre los pies morenos, la cola desmadejada después de la noche, él con el pantalón de pijama rojo y azul, tiene unos ojos enormes y más claros que el resto de la familia.
Comen coco, la abuela les abrió a machete uno a cada uno, primero solo un agujerito para que se bebieran el agua, después abiertos a la mitad para comer la carne.
Los niños han vaciado medio coco, y se han repartido la carne, han rellenado el hueco con azúcar y mojan cada pedazo antes de llevárselo a la boca. Ella corre hacia mí, coco azucarado en mano gritando "Miloja, Miloja, pruébalo así, verás que rico".

Y sí, está realmente rico, no lo puedo negar. El abuelo mientras tanto, ha dejado a un lado el cuchillo de tallar y ha ido en busca de tres cocos más, los abre, uno para mí, uno para él, otro para su esposa. Descansamos bebiendo agua de coco, y comiendo la carne después. Un tentempié estupendo para estas horas de la mañana de un sábado cualquiera.


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