Estuve allí, viví intensamente esos días, y ahora los recuerdo en nebulosa, incapaz de concretar lo vivido, sin poder distinguir lo soñado. ¿Cuanto de lo que recuerdo fue real y cuanto fruto de mis propios sentimientos? ¿Cuanto de lo visto estaba realmente ahí, y cuanto dependía de mi manera de mirar?.
Yo lo vi, vi por el espejo retrovisor ese pantalón remendado en el culo, bajando de la parte trasera de la pick up, remiendos oscuros en un pantalón vaquero tan raído que encoge el corazón. Estoy segura de haberlo visto, y recuerdo la sensación de irrealidad; pensar "no es posible, no es verdad que hemos traído hasta aquí a un niño de doce o trece años, que caminaba a la orilla del camino con un saco encima de mayor volumen que él, y quien sabe si de mayor peso, con un pantalón vaquero con parches tan grandes como sandías en el trasero". Recuerdo que se me saltaron las lágrimas en ese instante, por el retrovisor cada vez más lejos veía un enorme saco blanco del que parecían colgar dos endebles piernitas, que sin embargo lo sostenían.
Hacía calor, yo sudaba tanto por el sol como por los nervios pasados, el camino en continua pendiente y con curvas como espirales de caracol me hizo sufrir. Casi era medio día y el olor de tortillas de maiz en el comal invadía el corredor; la pared, a mi derecha, está llena de dibujos infantiles, el escudo de Guatemala con su hermoso quetzal verde y rojo, princesas Disney, perritos y gatitos... La viga de mi izquierda, alta y oscura, tiene en cambio otros dibujos, con gran detalle, pintados con tiza blanca, nada de color ahí, pistolas, eso es lo que veo dibujado allá arriba.
La música a todo volumen, bailan, los chavales que pueden bailan, pero no todos pueden. Algunos sólo están ahí, sentados, con muecas que no sé si son de gozo o de disgusto, no sé si la música les gusta o si les molesta, no lo dicen. Algunos me abrazan, otros me invitan a bailar, casi ninguno habla, pero se hacen entender. A mí me hacen sentir parte de su dinámica, aunque acabo de llegar, y estoy a punto de irme; ellos se quedarán aquí, este es su hogar y lo será probablemente para siempre. Nada mejor los espera fuera de este recinto, nadie los quiere más que aquellas personas que los cuidan aquí. Ellos son sin embargo puro amor hacia el que llega. Sé que los viví de cerca, no los soñé, porque sus huéspedes son ahora también los míos.
El mercado ha cambiado en los últimos años, ya no es como yo lo reuerdo. Aunque el colorido se mantiene, las voces se mantienen, el olor de la cera se mantiene. La basílica me parece igual de inmensa, igual de blanca, en medio de tanto color, y el Cristo igual de negro. He vuelto a pasar por Esquipulas, años más tarde, he vuelto a sentir sus calles, el fervor y el horror. Aquí los recuerdos de otras vivencias se mezclan con el presente.
En estos días viajé una vez más por caminos de ida, sin regreso, he llegado a lugares de los que nunca volveré, y sin embargo aquí estoy de nuevo.
Vi pájaros de colores, flores de colores, tumbas de colores, telas de colores... por eso Guatemala siempre será en mi memoria "el país de los colores".
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