miércoles, 2 de septiembre de 2015

Caminos que no se olvidan

Hace seis años recorrí esta isla de parte a parte, no me quedó un camino por pisar, ni un cerro que subir, ni un petroglifo por ver, ya fuesen pequeños, grandes, insignificantes o importantes. Entonces estábamos haciendo una especie de inventario de recursos turísticos,  y los senderos y petroglifos eran parte de ese inventario.

Aquellos días siempre caminaba con algún guía local, me iban contando historias, anécdotas, nombres de lugares, plantas y animales. Caminábamos a veces rápido y otras veces despacito, sobrecogidos por el paisaje, o simplemente a golpe de machete, abriendo veredas que no habían sido pisadas en mucho tiempo. Nos despistamos mas de una vez, y aparecimos donde no estaba previsto varias horas mas tarde de lo esperado, suerte que aqui la gente es acogedora y al llegar a media tarde a una casa donde no nos esperaban, alguien nos dio de comer, (habiamos desayunado a las seis de la mañana, y la idea fue estar de vuelta sobre las doce, así que ni agua nos quedaba).Tengo que decir que lo disfruté muchísimo, fue un privilegio y un placer compartir tiempo y esfuerzos con aquel equipo de gente, que se ponían de acuerdo para acompañarme, unos días unos, otros días otras. De aquello quedó muy poco, más allá del compartir, del tener verdaderos amigos y amigas con quienes charlar un rato, que se alegran de verte llegar a su isla, a su casa.


Está vez me ha tocado caminar sola. Y también es un placer. 

El camino sube desde el pueblo por una plantación de mangos (¿se llama mangal? me pregunto), pasa por delante de una casa y continúa más o menos directo camino de la escuelita, es tarde, los chavalos ya se han ido a casa y el edificio azul y blanco parece un barco varado en mitad de un verde mar. Por delante una ensenada baja, encharcada hace seis años, seca y poblada de vacas hoy. 

A partir de aquí comienza la subida, la trepada que dirían por acá, hay bananos plantados aquí y allá, algún mango, y poco más adelante bosque. Antes de adentrarme en el bosque paso por el mirador, en la zona más alta, hay unas bonitas vistas al este, se distingue la punta de esta misma isla, la Venada, la Santa Rosa y algunos otros islotes. Es curioso como después de tanto tiempo he llegado hasta aquí sin dudar del camino. Me desvío sólo un momento, para llegar a ver el petroglifo que queda más cerca del sendero, tampoco he olvidado como llegar.

Vuelvo a mi camino y me adentro en el bosque, se agradece la sombra de estos árboles altos.

El sonido de una tormenta lejana anuncia que la lluvia no tardará en llegar, aún así no me doy cuenta de que las nubes han cubierto el sol hasta que salgo del bosque y camino por campos de arroz. Esto significa que mi destino está cerca, las casas de este otro lado están a punto de dejarse ver. 

Empieza a llover antes de que pueda ver la primera casa, viene tormenta y es irremediable, a dejarse empapar toca... Árboles vuelven a escoltarme ahora, en este último tramo del camino. Primera casa a la vista, y vista he sido por sus habitantes; me reciben con cariño, me dejan refugiarme allí hasta que la lluvia pasa, la charla es amena e interesante con don Juan, sus hijos me miran de reojo, sentados a unos metros en el suelo. El olor del humo de la cocina lo invade todo, el ruido de la lluvia sobre el tejado de zinc, el suelo de tierra por el que comienzan a correr pequeños riachuelos, una pequeña barra con los trastes básicos de cocina, las paredes de madera pintada de verde y azul, a unos metros el lago, plantas de plátanos y bananos a todo nuestro alrededor.


Llega el bote que estaba esperando,  pero llega al muelle de más adelante, donde habíamos quedado, me despido de la familia y continuo ruta, solo unos metros me separan de mi meta. 

Llegar, descargar, compartir un rato con la gente de esta comunidad, y volver por el camino ya realizado, pronto, para evitar que se me haga de noche a medio camino. 
Casi sin darme cuenta he pasado arroz, bananos, bosque, vacas, mirador y ya estoy en la escuelita, una trepada más,  la bajada al otro lado y estaré de vuelta en casa, en esta casa de hoy.

Me espera un baño en el lago y otro atardecer mágico.

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