Llevaba meses enferma, el último mes y medio prácticamente no se había levantado de la cama, hacía días que no comía y se había ido apagando de a poquito.
Ayer su cuerpo ya no pudo más, y dejó libre a su espíritu. Ayer, al encenderse la luna llena se apagó su luz.
El ambiente en el bote de camino a la vela era el típico de estos momentos, esa mezcla entre seriedad, solemnidad y risas nerviosas. Veinte personas, de diferentes edades, unas sentadas otras de pie, la mayor parte del tiempo en silencio. Era ya noche cuando salimos del muelle, no llega a media hora el trayecto desde aquí hasta allá, la luna alta ya, y la lluvia amenazando con alcanzarnos.
Saltar de bote en bote para llegar a tierra, en plena noche, subir por el camino de barro y llegar a una casa de madera iluminada por dos bombillas, gracias a una batería que alguien ha traído. Cada quien trajo algo, unos café, otros sillas de plástico, otros arroz, otros verduras, hay gallinas para matar y hacer sopa, para que la noche sea menos larga, sólo algunos se quedarán toda la noche, la mayoría de nosotros se habrá vuelto a casa dentro de un rato.
Comienza a llover, nos agrupamos y juntamos bajo los techos de zinc, pegados a las paredes de la casa, y en el pequeño porche, llueve duro y refresca. Traen más café y algunas galletas, sienta bien, entra caliente hasta el estomago, dulce y humeante, todos toman café, también los niños.
Ya hay algunas personas dormitando, otras hablando en pequeños grupos, mujeres en la cocina, de la que no para de salir el humo de la lumbre. Café de nuevo y lluvia...
Es hora de volver a casa, pocos se quedan ya. Mañana de mañanita estarán de vuelta algunos, otros vendremos más tarde; a las tres se habrá enterrado y la vida seguirá para todos los demás. No puede ser de otra forma.
![]() |
Algunos familiares tras toda la noche de vela. |
![]() |
Camino del lugar de entierro. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario