El viernes llovió algo, como siempre, donde menos agua cayó fue aquí en Marismillas, a penas fueron siete litros; en Matalascañas fueron trece y en Almonte cuarenta. Ya sabes como son estas tormentas de final de verano, descargan donde descargan y para el resto no queda nada.
Mira si llovió poco que el domingo mismo pude irme a casa por la marisma.


Por fin conocí esta casa, este palacio. Me sorprendió la ubicación, a pesar de haberlo visto desde distintas perspectivas y me lleva a imaginar la vida en un lugar tan remoto e inaccesible. Ahora es sólo morada de una pareja de discretas lechuzas, refugio de jabalíes y pronto, si nadie lo remedia, será una montaña de escombros.
En esta veta encontré unas conchas de cañaillas que deben tener uno 1.800 años de antigüedad, casi fosilizadas, preciosas y míticas, al menos para mí.
Me temo que algunos días más podré "marismear" antes de que llueva, todo tiene sus ventajas.
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