sábado, 22 de agosto de 2015

Dos horas de punta a punta

Esta es una isla pequeña, aunque es la mas grande del archipiélago, desde la última casa de la otra punta de la isla hasta aquí se tarda como dos horas andando. Ayer lo hicimos, estuvimos allá en una reunión,  fuimos en bote y regresamos andando.


Aunque esa era la idea inicial, al terminar la reunión lo dudamos un poco porque había estado lloviendo duro, pero la tormenta, con sus rayos y sus truenos, parecía ir de paso; lo dudamos porque eran las tres de la tarde y Horacio insistía en que nos volviéramos en el bote, porque no íbamos a llegar antes de las cinco; pero oscurece a las seis y algo, así que teníamos tiempo suficiente.


                               


El camino hasta aquí va siempre cerca de la playa, así es como llaman a la orilla, y se puede ver casi continuamente a nuestra izquierda. No es mas que un pequeño senderito que pasa de casa en casa al principio, donde las viviendas están más alejadas unas de otras. Como digo,es un sendero estrecho y con mucho lodo, por todo lo que ha llovido, nunca se pierde del todo pero a veces salen otros caminos que sólo llevan a campos de arroz o de plátanos.

En cada casa nos saludan y en cada casa nos indican por donde seguir, todo el mundo es amable y acogedor.
Atravesamos varias alambradas, hay vacas, cerdos y gallinas.

Pasadas las primeras casas dispersas, el sendero baja con fuerte pendiente y se adentra en la selva, de repente parece que estuviera oscureciendo. Se suda doble aquí dentro, todo transpira, y no te queda más que dejarte empapar de tu transpiración y de la del bosque. Es sobrecogedor mirar arriba y no ver el cielo, el camino se mantiene sólo porque se usa, es la ruta para ir de una comunidad a otra, esto o el bote… si la gente dejase de pasar por aquí en unos días desaparecería el sendero por completo.

Ya ni vacas, ni cerdos, ni gallinas, ahora alguna pequeña iguana, güises, chocollos, hormigas y chicharras de ruido ensordecedor.


En un rato llegamos al otro sector, este de casas más juntas, aquí está la escuelita y estan los chavalos jugando al futbol en medio de las casas. Nos invitan a unirnos al juego, pero no queremos que se nos haga de noche por el camino, asi que quedamos en pasar cualquier otra tarde a jugar con ellos.



Vuelta al bosque , vuelta a las chicharras. Salimos del bosque, campos de arroz y plataneras. Zopilotes que nos sobrevuelan, pericos escandalosos de árbol a árbol. Troncos para pasar las quebradas, y barro, mucho barro.


                                     


Llegamos al último grupo de casas antes del “pueblo”, también están jugando fútbol aquí, estamos a unos veinte minutos de nuestro destino, así que podemos parar un ratito, charlar y observar; solo hay una chica jugando, lo demás son chicos, los hay desde ocho o nueve años hasta adultos, unos con camiseta, otros solo en calzonas, ella con falda de flores rosadas. Los hay que van descalzos, algunos llevan botas de tacos y otros botas de hule, alguno hay en calcetines, uno fue negro y el otro blanco, ahora se han igualado los colores. El balón es negro, y cuando lo patean cerca de donde estamos, junto al una de las porterías, me doy cuenta de que es un balón de baloncesto.


Seguimos ruta, ya nos queda poco, por aquí el camino está encharcado, hay auténticas lagunillas que tenemos que sortear con cuidado, pasando sobre piedras en precario equilibrio o sobre troncos resbaladizos, por supuesto algún pie cae dentro del charco, por supuesto entra agua lodosa en los zapatos, no sé por qué tanto empeño en evitar lo inevitable.


Llegamos al pueblo después de una pequeña subida, resoplando y acalorados, pensando en la ducha y la cena, pero antes pasamos por la pulpería a tomarnos una Coca cola bien fría. Son las cinco y media de la tarde y estamos en casa, no nos ha llovido y es de día cuando llegamos, lo hemos hecho bien, hay que celebrarlo.


6 comentarios:

  1. Que maravilla! Y que placer llegar a tu destino después de esa caminata llena de cosas bonitas.

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  2. Cuando emprendas tu viaje a Itaca
    pide que el camino sea largo,
    lleno de aventuras, lleno de experiencias.
    No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
    ni al colérico Poseidón,
    seres tales jamás hallarás en tu camino,
    si tu pensar es elevado, si selecta
    es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
    Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
    ni al salvaje Poseidón encontrarás,
    si no los llevas dentro de tu alma,
    si no los yergue tu alma ante ti.

    Pide que el camino sea largo.
    Que muchas sean las mañanas de verano
    en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
    a puertos nunca vistos antes.
    Detente en los emporios de Fenicia
    y hazte con hermosas mercancías,
    nácar y coral, ámbar y ébano
    y toda suerte de perfumes sensuales,
    cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
    Ve a muchas ciudades egipcias
    a aprender, a aprender de sus sabios.

    Ten siempre a Itaca en tu mente.
    Llegar allí es tu destino.
    Mas no apresures nunca el viaje.
    Mejor que dure muchos años
    y atracar, viejo ya, en la isla,
    enriquecido de cuanto ganaste en el camino
    sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

    Itaca te brindó tan hermoso viaje.
    Sin ella no habrías emprendido el camino.
    Pero no tiene ya nada que darte.

    Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
    Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
    entenderás ya qué significan las Itacas.

    C. P. Cavafis.

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