De repente, como quien no quiere la cosa, te das cuenta de que sabes a que hora exacta tienes que estar en un determinado lugar cuando alguien te dice las “ocho y tantito”, eso que al principio era un mundo, una espera desde las ocho en punto, por si el tantito era pequeño.
De pronto, un niño te agarra de la mano y te dice “Anita, vayamos a apear guayabas”, y sabes exactamente que tienes que hacer y como.
Un buen día, te haces consciente de que no te miras los pies a cada rato porque tienes lodo bajo las uñas, sabes que ese lodo está ahí y estás conforme, lavarte los pies continuamente ha dejado de tener sentido.
Los mosquitos forman parte de tu vida, dejas de oírlos en tu oreja cada noche, aunque empiezas a percibir el sonido de la bandada a lo lejos.
Sabes que puedes pasar del muelle al bote, a cualquier bote, sin necesidad de que te den la mano, y sabes también que puedes pasar de bote a bote en mitad de la playa, con los dos botes en marcha.
Un día, sin saber cómo, oyes un motor a lo lejos y sabes distinguir si es un bote o una panga, y sabes incluso de donde viene.
Cuando te paras a pensarlo, ya has aprendido a “zumbar el ancla”, a palanquear y a amarrar el mecate del bote a cualquier piedra sin que se suelte.
Sabes interpretar ciertas miradas y ese gesto, como de arrugar los labios, que no sólo entiendes, sino que lo imitas para señalar determinadas cosas, o a las personas.
Sabes sin saber cómo que va a llover. Sabes lavar ropa en una piedra, o bañarte con una pana.
Sabes porque has aprendido, y aprendiste porque has vivido.
En el momento en que vas aprendiendo poco a poco, todo se lleva más fácil y todo es más mágico. Hay que dejarse llevar . Muchos besos Ana.
ResponderEliminarAlesin